La presencia de los Misioneros del Verbo Divino en Ecuador tiene unos antecedentes en el siglo XIX, cuando dos misioneros fueron enviados a la Diócesis de Portoviejo (Manabí) en el tiempo de la revolución liberal.
Fueron el P. Enrique Neuenhofen de 30 años de edad y el P. Enrique Pierlo de 25 años de edad. Salieron el 9 de octubre de 1893 desde Steyl pasando por Inglaterra. Llegaron a Portoviejo el 14 de noviembre y a Bahía de Caráquez el 16 de Noviembre de 1893.El P. E. Neuenhofen fue designado como superior de esta nueva misión y como responsable en mantener la comunicación nutrida com el fundador en Steyl.
El 5 de junio de 1895 la revolución liberal, en contra de los conservadores, tuvo éxito y nombró en Guayaquil a Eloy Alfaro como Presidente Constitucional, quye se encontraba todavía exiliado fuera del país.
Bajo su presidencia comenzaron profundos cambios, la Iglesia perdió muchos espacios de injerencia en la vida política; se comenzó a construir el ferrocarril para unir la costa con la sierra; la educación fue declarada laica; se formalizó oficialmente el divorcio; la mujer tuvo paulatinamente acceso a la educación y la vida pública.El seminario de Portoviejo fue cerrado.
El Obispo, perseguido y amenazado de muerte, tuvo que huir y exiliarsae en Tuquerres, Colombia, hasta su muerte. También la mayoría del clero de la Diócesis de Portoviejo salió para no sufrir vejámenes físicos. En esa situación quedaron prácticamente solos los Padres Neuenhofen y Pierlo, junto con el párroco de Rocafuerte y luego el Vicario General de la Diócesis. No había ya por qué pensar en una mejor organización de la presencia misionera del Verbo Divino, sino más bien hacer todo lo posible para acompañar a los cristianos abandonados en los diferentes sectores de la diócesis. Ahora, eran realmente misioneros itinerantes, cada uno con su mochila, reemplazando de alguna manera al Obispo y a todo el clero.
El 3 y 4 de mayo de 1896, cinco terremotos destruyeron gran parte de Portoviejo. Esto tuvo como consecuencia que el P. Neuenhofen, quien por dos veces había sido invitado a abandonar el país, fue solicitado por la gente ahora a quedarse. Pocos días después el P. Pierlo en sus viajes incansables para atender a los cristianos en el campo, se enfermó gravemente; sucumbió a una fuerte fiebre el 24 de mayo de 1896, día de Pentecostés. Fue enterrado en Rocafuerte, y a mediados del siglo pasado, su tumba fue reubicada en un lugar reservado a las Oblatas de San Francisco de Sales, en el mismo cementerio.
En su carta al Fundador con fecha 25 de mayo el P. Neuenhofen escribe:
«Ahora estoy solo en un país lejano. Entre tres sacerdotes atendemos la Diócesis… ¿Que me sienta desanimado? Todavía no».
A la preocupación de parte del Fundador por la salud del P. Neuenhofen éste contesta:
«La salud, excelente. A ratos cabaldo varios días seguidos y me cansoi poco. Ojalá se mantenga buena por ahora».
Más tarde escribe:
«La atmósfera respira tribulaciones y calamidades. A juzgar por los sucesos de las últimas semanas, ya no puedo contar ni siquiera con el día siguiente… No niego que el temor me tiene sobrecogido… esperanza, ninguna. Temores, en abundancia».
El 31 de enero de 1899, el P. Neuenhofen escribe desde Bahía de Caráquez:
«Me encuentro aquí… Es mi asilo. Casi no hay atención pastoral. Durante el día estudio música para inyectarle un poco de vida a mi terrible soledad y para superar algo mejor los malos tiempos que afligen… ¿Tendrá la Congregación algún futuro aquí?. Todo parece indicar lo contrario. Mi opinión privada es entregar la Misión. Mi opinión oficial la pondré por escrito una vez que reciba su respuesta y, de ser necesario, la reforzaré con una serie de razones».
De esta manera terminó nuestra primera presencia misionera en el Ecuador. El P. Enrique Neuenhofen siguió trabajando en Argentina todavía unos 40 años más. Mons. Schumacher murió en el exilio en 1902. Había que esperar hasta 1962 para que la Congregación retome un trabajo misionero en el Ecuador, aunque esta vez ya no en Manabí.